Por Mariana Neira
Después
de participar en los ‘tours por la vacuna’ nos quedó claro que los ‘analfabetos
digitales’, la desinformación, el abandono y el estrés aumentan el ‘grupo
antivacunas’ integrado por las personas que creen que la vacuna introduce un chip espía en el cuerpo; provocará
efectos negativos en la salud; o no confían en tal o cual marca de vacuna.
Esto
indica que no debemos ser absolutistas y decir que el 26% de personas de la
tercera edad que no se han vacunado son ‘antivacunas’. Hay gente que quiere
recibir la vacuna pero no puede por una serie de obstáculos que encuentra en el
camino al vacunatorio.
LOS OBSTÁCULOS
Hay
personas que no tienen contacto ni siquiera con los medios de comunicación
tradicionales (televisión, radio, periódicos), peor con los digitales, y poco o
nada conocen de la vacuna.
Desinformación: Pese a tener un
montón de medios de comunicación, el gobierno no ha dedicado espacios
informativos permanentes, con datos actualizados al minuto sobre la vacunación
en cada ciudad. Son los medios privados los que dan mejor información.
Analfabetismo tecnológico: Hay muchos
ecuatorianos que no saben nada de páginas web, e-mail, whatsap, Facebook, etc.
Abandono, estrés: Muchos
ecuatorianos están abandonados y/o con dificultad para moverse y/o no tienen
quien les acompañe, les guíe para llegar a un centro de vacunación. Varios han
visto en la tele las ‘colas’ largas, incluso bajo los aguaceros, y les
aterroriza soportar esa humillación.
Crean desorden, desorientación: El gobierno ha
cambiado algunas veces los lugares de vacunación, el MSP y el IESS andan cada
uno por su lado.
Bajo
esas circunstancias, a cualquiera le da ganas de ‘botar la toalla’. Lo
comprobamos cuando vimos a periodistas que, arriesgando su vida, se metieron en
un barrio de Guayaquil donde descubrieron a viejitos que no conocían de la
existencia de la vacuna y si la conocían, no sabían cómo ir al vacunatorio. No
hablaron de ‘chips’ ni nada de las
locuras de los urbanos ‘cultos’. En el fondo de su ser estaba el deseo de
vacunarse, de vivir, como la mujer que escribió un ‘diario’ sobre los
obstáculos que debió superar para conseguir las dos vacunas en Quito. ¿Si en la
capital de la república sucede esto, imagínense en las ciudades pequeñas, en el
campo?
“DIARIO
DE UNA VACUNADA
Primera
dosis
Soy una mujer del grupo 65-70. El
presidente Lenin Moreno anuncia el inicio de la vacunación.
18
de marzo 2021. ¡Qué emoción!
A mi celular llegó un mensaje del Ministerio de Salud Pública (MSP) que dice: “Usted
es parte del grupo prioritario... En los próximos días recibirá su cita. Info
171 op 5”.
Abril. No llega la cita.
Mayo. No llega la cita y mi sobrina llama al 171 donde
una voz le dice que aun no le toca a mi
grupo de edad, que espere la cita que me indicará fecha y lugar de vacunación.
La prensa anuncia que empezaron a
vacunar a mi ‘grupo de edad’, pero la voz del
171 repite: “Espere la cita”.
Todos se vacunan, menos yo. Mi sobrina vio
en las redes que estaban vacunando en la Universidad Católica de Quito.
21
de mayo. 8 am. Estoy en la Católica
esperando que me vacunen. Alboroto en la puerta. ¿Qué pasa? Han llegado 30
vacunas y ya se acabaron. La gente grita. (Primera decepción).
Mi sobrina dice: “Vamos al IESS” e iniciamos
el ‘tour de la vacuna’. “¡Taxi. Llévenos al IESS de la Avenida Naciones
Unidas”. Llegamos. “Aquí se pone la vacuna solo a los agendados en la página
web del IESS; los que se agendaron en el MSP deben ir a los centros de salud
del MSP”, dice la funcionaria que atiende, mejor dicho, enfrenta a la gente que
reclama en la puerta. “El MSP no está dando turnos y yo soy afiliada al IESS
por años”, reclamo. La funcionaria no mueve ni un músculo de su cara. “¿De qué
sirve ser afiliada al IESS?”, grito sintiéndome abandonada por ‘mi’ IESS al que
le he dado tanta plata durante mi vida laboral. La funcionaria sigue
impertérrita. (Segunda decepción).
Un suertudo a punto de recibir la vacuna
de ‘mi’ IESS informa a los ‘abandonados’: “En las redes dicen que la vacuna
también están poniendo en el parque Bicentenario”. “¡Taxi!” Llegamos justo
cuando cerraban las puertas. Un funcionario, cordial, nos da una buena noticia:
“Venga mañana. Desde las 8 vamos a poner vacunas, incluso a los que no tienen
turno”. Mi sobrina y yo nos miramos las caras, incrédulas. Tercera decepción.
22 de mayo. Llego a la ‘cola’ del Bicentenario a las 7:30. Hay
unas 20 personas y ¡sorpresa! Me dan turno sin más requisito que la cédula de
identidad y, en hora y media, recibo la primera dosis de una ‘pelucona Pfizer’.
(Así la llaman los que no pueden ir a USA a ponérsela). El exitoso final del tormentoso ‘tour de la vacuna’ amerita un buen
desayuno. Les cuento a mis amigos lo sucedido y me dicen que tuve suerte porque
en sus últimas horas de gobierno, Moreno estaba desesperado por aumentar las
estadísticas para dejar la impresión de que su gobierno había hecho mucho por
la vacunación. ¡Hum! Sin esa “suerte”, hasta ahora estaría esperando el mensaje
del MSP.
Segunda
dosis
Pensé que con Guillermo Lasso en el
gobierno, la segunda dosis sería facilísima, pero les voy a contar la segunda
parte del estrés.
Los medios de comunicación dicen que la
segunda dosis ponen 21 días después de la primera, pero mi sobrina revisa todos
los días: https://lugar vacunación.cne.gob.ec/, y el mensaje del MSP no llega.
15
de junio. Al fin llegó
el mensaje: “Segunda dosis. Miércoles 16 de junio de 2021”.
25
días después de la primera dosis. 7:30. Estoy en
el Colegio Juan Montalvo haciendo una ‘cola’ de dos cuadras. De pronto, la
gente se aglomera en la puerta principal. Mi sobrina va para allá. Regresa a
contar que había solo 12 vacunas y ya se acabaron. La funcionaria que peleaba
en la puerta con los desesperados por la vacuna había dicho que estaban por
llegar más dosis. Comento en la ‘cola’ que yo debo recibir la segunda dosis de Pfizer.
“Quién sabe si haya Pfizer aquí; dicen que en el Colegio Benalcázar están
poniendo esa marca”. Le pido a mi sobrina que se quede en esta ‘cola’ y yo voy al
Benalcázar. “¡Taxi!” Llego y encuentro otra cola, esta de 250 personas, según
un aspirante a vacunado que tuvo la paciencia de contar.
Mi sobrina me llama para decirme que al
Montalvo llegó la Pfizer y que la ‘cola’, ‘corre’. “Faltan 40 turnos, vente”. “¡Taxi!”
El taxi circula lento porque su conductor está contándole a alguien, por
celular, que su primo vendió un terreno y auto para reunir los 18 mil dólares que
le cobró un coyotero para llevarle a Estados Unidos. Yo estoy desesperada por
la vacuna. “Amigo, necesito ir ‘volando’ al Montalvo”, le digo. Acelera, pero
sigue hablando de su primo. Ya ha llegado a la frontera de México con Estados
Unidos y se apresta al cruce ilegal. “Quería que me vaya con él, pero ¿para qué?
¿A lavar platos? Aquí gano menos, pero tengo mi trabajito y estoy tranquilo.
Allá dicen que tratan mal”. Estoy desesperada y entiendo por qué se chocan los
carros: porque los choferes andan con el cerebro repartido entre conducir, las
señales de tránsito y el celular. Llego al Montalvo, mi sobrina ya está en la
puerta. Entro pensando en el inmigrante. ¿Llegará a la meta como yo? Es
impredecible.
Estoy en el coliseo del colegio donde
hay 3 colas con unas 100 personas atendidas por apenas 4 funcionarios, 2 manejando
las computadoras y 2 pinchando. La funcionaria de blanco debe ser la jefa.
Peleaba con la gente en la puerta principal, revisaba los turnos y en aquí en
el coliseo está vacunando a ratos, escribiendo a ratos (multifacética). De
pronto se suspende la vacunación y todos nos ponemos nerviosos. La mujer de
blanco sale con la caja que contenía las vacunas. Parece una caja de ‘helados’.
“Creo que se acabaron los ‘helados”, le escribo a mi sobrina. “Sí, te van a
poner un helado en el brazo”. Bromas para matar el miedo a que se acaben las
vacunas. El estrés se acaba cuando la mujer de blanco saca las vacunas y
continúa pinchando”.
REFORZAR LA INFORMACIÓN
Al
salir le agradecí a mi sobrina por su apoyo logístico. Si ella no hubiese
revisado las redes sociales, las web del MSP, del IESS, yo habría perdido mi
turno y entrado al ‘grupo de los rezagados’ que, viéndolo bien, son mejor
tratados. Pueden ir a vacunarse los sábados en el ‘Bicentenario’. Lo escuché en
una de las ‘colas’ convertidas en el informativo de los pobres (boca a boca)
que suple la desinformación estatal.
Mientras
esperábamos el taxi nos preguntamos qué habrá sucedido con la señora indígena
que buscaba la segunda dosis y la rechazaron porque no portaba el certificado de
haber recibido la primera dosis. Este documento, unos lo llevan impreso, otros
en su celular.
La
señora dijo no haber recibido ningún correo electrónico, porque dio la
impresión de que no lo tenía. Entonces, la mandaron al centro de salud más
cercano para que pidiera su historial clínico, pero ella ya estuvo allí y le
dijeron que no constaba su registro de la primera dosis. He ahí un problema que
puede ser de muchos: esta señora parecía no tener correo electrónico, o no pudo
acceder a este, o nunca le llegó el certificado, y el centro de salud no la ayudó.
Ella se quedó parada en la puerta.
Hay
que reforzar la información y la ayuda con centros de información (valga la
redundancia) como los que instalan cuando quieren nuestro voto. Allí deben
indicar:
*Lugares
de vacunación, horarios de atención, turnos. También deben ayudar a encontrar los
historiales clínicos.
*Se
dice que ya están yendo brigadas vacunadoras a las zonas olvidadas. Es un
servicio que el gobierno debe ampliar y mejorar la información para que la
gente sepa lugar y día de sus vacunas.
Solo
así se contrarrestará al ausentismo en la vacunación que es peligroso, porque
mientras unos nos protegemos otros andan regando el virus por todos lados.
@MarianaNeiraL