En la vida del
doctor Julio César Trujillo que acaba de dejarnos, hubo un capítulo curioso: su
vivencia política entre la CIA y los espías ‘imperialistas’ y ‘comunistas’. Los
primeros pretendían evitar que en Ecuador se instalara una revolución como la
de Fidel Castro, mientras los cubanos pugnaban por hacerla. Juntos dividieron al
país, principalmente Quito, en dos: ‘pro yanquis’ y ‘fidelistas’.
Ese capítulo demuestra
que Ecuador, como todos los países del mundo, tienen sus espías que, de manera
solapada, sirven a uno u otro ‘imperio’: Estados Unidos, Rusia, China, así como
a sus naciones aliadas por ideología e intereses diversos. Es una acción de
seguridad nacional que nadie podrá eliminarla, pero sí descubrirla a través de
algún ‘topo’ arrepentido o traidor, como el norteamericano Philip Agee.
Comencemos esta ayudamemoria por ubicarnos en el tiempo.
En 1960 gobernaba
Ecuador José María Velasco Ibarra y John F Kennedy asumía la presidencia de los
Estados Unidos. En Cuba había triunfado la revolución liderada por Fidel Castro
y Kennedy ofreció: “Vamos a hacer en América una revolución’. Y vean lo que
sucedió.
Un agente de la CIA
(Central Intelligence Agency), llamado Philip Agee, había organizado una red de
‘topos’ de derecha para combatir a los ‘fidelistas’ que pretendían hacer en
Ecuador una ‘revolución a la cubana’.
En 1967 Agee se
retiró de esta organización y escribió su libro Inside the Company, CIA Diary, en el cual relató sus operaciones de
inteligencia en varios países, incluido Ecuador. Lo publicó en 1975 y fue
traducido a veintisiete idiomas. Sus ex colegas dijeron que lo hizo porque
recibió un millón de dólares de la inteligencia cubana, cosa que él desmintió.
Sin embargo, es público que mantuvo un estrecho vínculo con el gobierno de
Fidel Castro y su libro se convirtió en un arma política del régimen cubano.
Agee soportó una persecución que le obligó a cambiar permanentemente de
residencia. Vivió entre Alemania y Cuba. En La Habana instaló en el año
2000 la agencia de viajes virtual Cubalinda. En el 2005 aparecía como
representante de una compañía petrolera canadiense en América Latina, y
cofundador y editor de la publicación en red Covert Action Quaterly. Falleció
en la capital cubana el 7 de enero del 2008, luego de una cirugía de úlcera.
La historia
contada por Agee en su famoso libro, es como esas películas de espionaje. ¿Fue
realidad o ficción? Revisando los datos de prensa se observa una coincidencia
en fechas y hechos. Claro que Agee agregó detalles secretos, inaccesibles para
un simple reportero.
El relato va de
diciembre de 1960 al 17 de noviembre de
1963. En ese tiempo, según Agee, en la Embajada de los Estados Unidos, en Quito,
funcionaba una oficina llamada ‘La
Estación ’. Allí planeaban las acciones de la CIA.
La misión de Agee
y su equipo era llevar al gobierno de Ecuador a romper relaciones con Cuba y
acabar con los fidelistas. Con ese objetivo reclutó a agentes criollos que
cumplían múltiples funciones. Armaron las organizaciones anticomunistas que se
encargaban de publicar manifiestos en la prensa y convocaban a las marchas en
contra del comunismo. Crearon células terroristas para explotar bombas en las
iglesias. No faltó, desde luego, el seguimiento a las personas, la escucha
telefónica. Se infiltraban en los movimientos de izquierda y sindicatos para
espiar y armar fuerzas de choque que invitaban a actuar violentamente en las
manifestaciones pro Cuba.
Agee escribió en
su libro Inside the Company, CIA Diary:
“La mayor parte de
esta actividad (de inteligencia) la financia el proyecto ECACTOR y cuesta
alrededor de 50.000 dólares al año. En un lugar como Quito, mil dólares
semanales compran a mucha gente”.
Agee anexó a su
libro una lista de más de setenta agentes criollos, con nombres y apellidos.
Constan desde simples pesquisas de la Policía, hasta oficiales superiores de
esta institución y de las Fuerzas Armadas, incluidos uno que terminó siendo
Vicepresidente de la República y otro que integró la dictadura militar de 1963.
Los colaboradores civiles eran periodistas, técnicos en comunicaciones,
políticos, ministros.
Inmerso en la ‘guerra’ entre ‘imperialistas’ y
‘fidelistas’
Durante las
investigaciones sobre esta etapa política del país, encontramos el nombre del famoso
político y jurista doctor Julio César
Trujillo. En el tiempo de los enfrentamientos entre los seguidores del
‘imperio’ y los ‘fidelistas’, estaba ligado al Partido Conservador y era un
anticomunista radical. Sin embargo, no constaba en la lista de Agee como
‘agente’ de la CIA. Con el tiempo, el pensamiento político del doctor Trujillo cambió
y en conversación con la autora hizo una estratificación de los agentes
criollos que usó Agee:
“Fui de los
primeros en leer el libro de Agee y saqué las siguientes conclusiones: El grupo
de espías ecuatorianos al servicio de la CIA, estaba subdivido en cuatro
subgrupos. Unos eran agentes de la CIA, a sueldo, hombres de la izquierda y de
la derecha, con nombres y apellidos, inclusive con la calificación de los
servicios que ellos prestaban. Había un hombre de izquierda, un líder
socialista que estaba catalogado como el mejor agente que la CIA tenía aquí en
el Ecuador, tanto que pensaban, según el libro, trasladarlo a nivel
internacional. Asimismo, había otro político de derecha que era agente de la
CIA, a sueldo, un políglota, pero bastante deficiente, sin embargo, quería que
se le reconozca más méritos de los que justificaban los servicios que prestaba…
Los segundos eran funcionarios del gobierno que recibían información de la CIA
y, a su vez, le entregaban a la CIA información que el gobierno obtenía por
medio de sus agentes... Los terceros eran los ecuatorianos anticomunistas que
para impedir el desarrollo del comunismo aquí, en el Ecuador, prestaban
servicios recíprocos: proveían la folletería, hojas volantes, etc., para que la
agitación se produzca al interior del Ecuador, y los otros promovían la
movilización de la gente en contra del comunismo… Los cuartos no estaban
vinculados a la CIA, directamente, sino a organismos internacionales de
estudios y de desarrollo, financiados en el extranjero por la CIA”.
La iglesia coincidía ideológicamente con los
‘fidelistas’
La presión de la
izquierda ecuatoriana que buscaba captar el poder siguiendo el ejemplo de la
revolución cubana, generó al interior del país un debate social y propuestas
nuevas.
Lo analizó Julio
César Trujillo que estuvo vinculado por un tiempo a los anticomunistas y luego
se involucró en la defensa de los campesinos:
“El conflicto
político religioso en el Ecuador, que en Latinoamérica queda solventado a
comienzos del siglo XX, se prolonga prácticamente hasta la década del 60. La
política ecuatoriana se define en torno a problemas político religiosos más
relacionados con el culto y la moral que con el dogma. Se decía entonces que
los de derecha oíamos misa a mediodía, para que los creyentes nos vieran oír
misa, y que los de izquierda oían misa en la madrugada, para que nadie se
enterara que oían misa… Era también moral. Era de izquierda el que propiciaba
el divorcio, de derecha aquel que no estaba de acuerdo con el divorcio. Esos
son los problemas que definen a la política ecuatoriana. De ahí que, un gran
terrateniente que no oye misa, es de izquierda, el terrateniente vecino que oye
misa, es de derecha. Los dos terratenientes con huasipungueros, los dos
propietarios del agua, no permitían que el agua beneficie a las poblaciones
vecinas, sino a cambio de una renta”.
En la década del
sesenta, la Junta Nacional de Planificación empezó a publicar datos sobre la
realidad económica, social, cultural del Ecuador y los políticos emprendieron
en una discusión sobre la distribución de la tierra, la propiedad del agua, el
analfabetismo, el desempleo y las remuneraciones de los trabajadores.
Y para sorpresa de
muchos, la iglesia se sumó al debate en un evento que no se ha dado
importancia: el Concilio Vaticano II. Julio César Trujillo dijo sobre este
tema:
“No se le da
importancia, pero en Ecuador es decisivo. ¿Por qué tiene importancia? Porque el
Papa Juan XXIII y el Concilio dijeron que la política y la religión se movían
en ámbitos distintos, aunque de alguna manera comunicados. Por consiguiente, un
católico podía perfectamente sostener tesis sociales, económicas, etc., que no
necesariamente tenían que ser aquellas que perpetuaran un sistema de
injusticia”.
El Concilio
Vaticano II se inauguró en 1962 con una predisposición a reflexionar sobre
"una teología que partiera de la palabra viva de la realidad de nuestros
pueblos". Entonces, en América Latina empezó a hablarse de la Teología de
la Liberación, con una iglesia que tuviera "opción preferencial por los
pobres". En este plan estaba el ‘Obispo de los indios’, monseñor Leonidas
Proaño. Formó en Chimborazo, las Asambleas Cristianas que hacían una
evangelización urbana a domicilio, con lecturas bíblicas, proceso extendido al
campo con las Escuelas Radiofónicas Populares del Ecuador (ERPE), creadas en
1962, para alfabetizar a los indígenas. Ellos, con la letra en la mano comenzaron
a descubrir y reclamar sus derechos. Este trabajo cristiano, social de los
curas fue visto como peligroso y “comunista”, especialmente por los hacendados
inmersos en los grupos anticomunistas.
La réplica a este
pensamiento y movimiento religioso fue la Alianza para el Progreso planteada
por los Estados Unidos.
Durante el
gobierno de Carlos Julio Arosemena (que destituyó a Velasco Ibarra), el
historiador Jorge Salvador Lara fue actor político como diputado de derecha. En
su libro Breve historia contemporánea del
Ecuador dio su opinión sobre ese tiempo:
“Una sorda lucha
de influencias internacionales contrapuestas se desarrollaba mientras tanto en
el Ecuador tratando de manipular la política ya a favor ya en contra de los
Estados Unidos. Un agente de la norteamericana Agencia Central de Inteligencia
(CIA), Philip Agee, dio a conocer años más tarde su intervención en la política
ecuatoriana y los censurables medios utilizados para desestabilizar aún más el
gobierno del doctor Arosemena Monroy, con participación de destacados políticos
nacionales de varios partidos, incluso incrustados en el propio gabinete
ministerial, y hasta miembros de las Fuerzas Armadas, que con grave quebranto
de la ética y el patriotismo se habían puesto al servicio de aquellos turbios
manejos.”
Así fue. Todos se
unieron, esta vez, para destituirle a Arosemena Monroy. Se intensificaron los
ataques escritos y verbales entre conservadores y gente de izquierda; mientras,
la Radio El Mundo de Guayaquil le instaba al Ejército a tomarse el poder.
El 17 de abril de
1963, un comunicado publicado en el diario El
Comercio decía:
“Como nunca en el
Ecuador ha llegado la hora de las definiciones, se está con el comunismo
internacional o contra él… el marxismo ha sido incapaz de dar a las masas el
bienestar económico que predica… En Cuba han descendido tanto los factores de
la producción y el consumo desde que Fidel Castro usurpó el Poder, que ese
pueblo martirizado y esclavizado se debate en una miseria sin precedentes…”
Después enumeraba
los actos comunistas registrados en el país: viajes a países comunistas,
introducción de literatura comunista, reuniones de comunistas, enfrentamientos
de comunistas con ‘personas de bien’, agresiones de comunistas.
Firmaban este
comunicado treinta y nueve personalidades, incluidos militares. Entre ellos
estaban algunos conocidos: Jorge Salvador Lara, Julio César Trujillo V., Fausto
Cordovez Ch.
- ¿Doctor
Trujillo, usted firmó el documento?
- Seguramente. El
anticomunismo cubría una gama, desde agentes hasta los activistas políticos que
nos iniciábamos y firmábamos esta clase de documentos. Esos documentos
seguramente eran publicados con asistencia de la CIA. ¿A quién? No sé
ciertamente, yo no tuve contacto precisamente (con los vinculados a la CIA), yo
no tenía mayor figuración política, apenas comenzaba cierta presencia. Debo
haber tenido 31 o 33 años. La gente aquí, en el Ecuador, hacía ese trabajo:
recogía firmas, movilizaba a la gente y todo lo demás… nosotros éramos simple
carne de cañón y, por consiguiente, no pesábamos mucho… Con un amigo convinimos
en que no asistiríamos a las invitaciones de la embajada americana, porque
veíamos que allí se fraguaban otras cosas de las que nosotros no teníamos
conocimiento directo. Desde entonces me he excusado de asistir a la embajada
americana, últimamente ya no me han invitado porque como he dejado de
concurrir, seguramente dicen éste ya no viene, para qué vamos a gastar en
invitación”…
Un ‘dictablando’ le desterró al inhóspito oriente
Tras otro velasquismo
llegó al poder el general Guillermo Rodríguez Lara. La suya, decían, era una
‘dictablanda, pero no tan blanda. No aceptaba críticas de sus opositores y en
octubre de 1973 ordenó detener a líderes políticos de toda filiación que pedían
el retorno a la democracia. Uno de los encarcelados fue el ‘fidelista’ Manuel
Araujo Hidalgo. Lo que sucedió fue narrado por su hijo Manuel:
“Mi padre fue un
crítico tenaz de la dictadura y por la ligazón que tenía con Velasco, fue
detenido. Le mandaron (desterrado) al Oriente, a Lorocachi, un lugar horroroso.
No tenían ni alimentos. Era un sitio de castigo para los militares. Mi padre
pasó cincuenta y cinco días allí. También estuvieron presos Francisco Huerta,
Julio César Trujillo, Gonzalo Oleas, Abdón Calderón, unos siete en total. Les
mandaron a Montalvo, al Curaray (en la frontera con Perú)”.
Así de agitada fue
esa etapa de la vida del doctor Trujillo, un político honesto que terminó su
vida luchando por la libertad y contra la corrupción, línea que debemos seguir
todos los ecuatorianos.
(Esta nota es un
resumen del libro ‘Un ciclón llamado Fidel’ (Primera Edición), publicado por
Mariana Neira, en octubre 2010).