martes, 3 de diciembre de 2024

NAIPES, VICIOS Y MUJER ‘OBJETO’

Naipes ecológicos de Galápagos. Foto MNeira

El ‘40’, un juego de naipes, es una de las ‘estrellas’ de las largas e intensas fiestas de celebración de la fundación española de Quito, en diciembre. A propósito, recordamos esta leyenda de tiempos de la colonia que describe los juegos de naipes ligados a vicios que pagaban las ‘mujeres objeto’. Casos parecidos se ven ahora. Durante un juego de cartas, un marido apostó a su esposa, él perdió y ella se suicidó acuchillándose en presencia del ganador. Leyenda es leyenda, se dice, pero muchas dejan huellas del pasado.

‘La Dama Blanca’ se titula esta leyenda contada por el famoso jurista y escritor riobambeño, Eudófilo Costales Samaniego:

“El juego de naipes, según referencias históricas, fue inventado por los orientales (asiáticos) y debido a las conquistas, guerras, comercio y otros nexos que estableció España con los pueblos orientales, tomó carta de naturalización en la península Ibérica, con tanta pasión que llegó a constituir el pasatiempo favorito de todas las clases sociales, por diversión o por dinero, con apuestas pequeñas, medianas o fabulosas… con la conquista y colonización de América del Sur por parte de los españoles, también llegó a estas tierras…

España inventó sus propios naipes de cuarenta y ocho barajas o cartas… en la ciudad de Santiago de Quito (que después se llamaría Riobamba)… el juego de naipes se hizo  popular… cada conquistador… se encaminó a su aventura Don Juan, el vino y los naipes, que motivaron para que el conquistador y colonizador entretenga su vida de ocio, después de haber luchado denodadamente para despojar tierras y riquezas a los naturales (indígenas), a tanto que para el veinte y siete de enero de mil quinientos setenta y seis, el Alcalde Ordinario de la ciudad de Riobamba, Alfonso Hernández Quiroga, a los treinta y dos años de fundada dicha ciudad, expedía un auto por intermedio del Escribano de su Majestad Cristóbal de Campos, para que el español Juan Ramos no tenga en su casa “tablaje de juego” (casino), porque esta casa de juego o tablaje “público de naipes de día y de noche… de donde resulta muchos juramentos y otras ofensas a Dios Nuestro Señor y porque ha sido mandado otras muchas otras veces no tenga tablaje de juego en su casa”, se mandaba u ordenaba se notifique a dicho Juan Ramos, para que suspenda la casa de juego de naipes, advertido que si volvía “a abrir las puertas de su casa para este juego, se le impondría la suma de cincuenta pesos para la cámara de su Majestad”, multa que le fue impuesta y efectivizada.

En la ciudad de Riobamba, a la época a la que nos estamos refiriendo, fue fama, que en la casa de juego que mantenía Juan Ramos, se sucedieron hechos de sangre, continuos disgustos y peleas; muchas fortunas se destruyeron, porque a la par que se jugaba se bebía hasta embriagarse, porque el licor es el complemento del juego.

Se jugaba dinero, honor y hasta los sentimientos, por lo que la mayoría de los habitantes de la ciudad de Riobamba, solicitaron que la casa de juego que había instalado Juan Ramos, como una manera de buscar ingresos económicos, se la clausure de inmediato.

Según ha llegado hasta nosotros por tradición, en esa casa de juego, habiendo perdido todo su dinero, sus joyas y otros objetos de valor, un jugador empedernido, con el ánimo de buscar el desquite, apostó a su contrincante, que por una noche se holgaría con su mujer, con quien había contraído matrimonio hace tres meses. Que la fortuna le fue adversa. Que cuando el feliz o infeliz ganador acudió hasta la casa de la dama, para hacerle saber lo que había ganado en apuesta, con el aplomo, la dignidad y la rebeldía de que era poseedora, le manifestó que estaba lista para dar cumplimiento a la apuesta ganada, porque “Las deudas de juego son deudas de honor”, con el ruego que se dé cumplimiento en la siguiente noche, para que sea recibido como se merecía.

Aceptó la petición el ganador y para sí, forjó un sinnúmero de ilusiones, esperanzas y halagos, porque la dama con quien iba a tener sus relaciones era muy hermosa y cuando soltera, también fue asediada por el ganador de apuesta tan singular.

La Señora, con la dignidad de la mujer ofendida, ni siquiera quiso mirar a su marido. A sus criados y servidumbre de casa, ordenó que, en caso de venir y preguntar por ella, le digan que había ido de visita, sin que fuera rebelado el lugar.

El marido avergonzado, no tuvo la hombría de acudir hasta donde su cónyuge a pedirle perdón por semejante ultraje, ni tampoco fue capaz de enfrentarse con el vencedor y manifestarle que la mujer no debía cumplir ninguna apuesta, porque él no tenía potestad para mandar en su virtud, en su pudor y ultrajarlo de la manera que lo había hecho.

Por la noche compareció el apostador para hacer efectiva su ganancia. Aparece la Señora totalmente engalanada, hermosa, llena de los encantos naturales que tenía por adorno, vestida de blanco y tras una pausa le dice: “La virtud y el pudor de una mujer digna jamás deben estar sujetos al azar, al juego, ni a la apuesta; que nunca podía dar cumplimiento; que era la demostración de falta de afecto, de respeto, de consideración; que no existiendo estos principios básicos, el amor había muerto y que no iba a manchar su dignidad de mujer honesta…”

Dichas estas palabras, con asombrosa serenidad, digna de toda ponderación, se clava un filudo puñal en el pecho y al brotar la sangre de la herida, se mancha de rojo su vestido inmaculadamente blanco.

Esa noticia corrió por toda la ciudad con una rapidez asombrosa, que cuando acudió el marido, solamente pudo comprobar que su mujer había fallecido.

Tanto el perdedor como el ganador de la apuesta, desaparecieron de la ciudad. El marido ingresó a un convento a expiar sus culpas, con la penitencia y los silicios.

Todos estos hechos se sumaron para que las autoridades ordenen la clausura de la casa de juego de Juan Ramos, como dice el documento: “para que no tenga tablaje en la dicha su casa ni juegue a los naipes, por ser hombre que jura muchas y ofende a Dios Nuestro Señor…”

Pasado aquel suceso, todas las noches, los vecinos, transeúntes, trasnochadores y quienes iban tras de aventuras amorosas, salteadores y otros follones y malandrines, comenzaron a encontrarse y a ver a una dama vestida de blanco, con sus enaguas tan almidonadas como era la usanza de la época, que al dar el paso, tenía el sonido característico, con un garbo y con una altivez poco comunes, atravesar la plaza central de la ciudad y tras permanecer sentada en una de las esquinas por algún tiempo, dirigirse a la casa de juego en la que hubo formado su hogar, para desaparecer en su interior, por lo que los riobambeños de aquella época de “capa y espada”, y aún los Corchetes de la Santa Hermandad y Policía, tenían cuidado de no encontrarse con ‘La Dama Blanca’, especialmente los que habían tenido alguna diversión con alcohol y naipes, porque con arma contundente, parecida a un naipe, les propinaba tremenda paliza, hasta dejarlos inconscientes.

Pasados los años, ambas casas fueron destruidas y en su lugar fueron levantadas otras. Desapareció ‘La Dama Blanca’, pero quedó en el recuerdo del pueblo aquella tradición que hizo temblar a muchos habitantes de la época de la ciudad de Riobamba…”

Pasados los años, los juegos de naipes se trasladaron a Quito donde es muy popular el ‘40’, con 40 cartas.

(Texto tomado de la leyenda ‘La Dama Blanca’, publicada por Eudófilo Costales Samaniego, en el libro ‘Riobamba en el tiempo, historia, tradiciones y leyendas del Riobamba antiguo y actual’).