Luz Helena Arismendy y Pedro Restrepo. Foto tomada de un artículo de la revista Vistazo.
Los Restrepo marcaron una etapa en la historia de los derechos humanos en Ecuador donde apenas empezaba a conocerse que existieran. Fue el inicio de la búsqueda de los desaparecidos.
LA HISTORIA. Es una historia triste desde el inicio hasta el final. Comienza el 27 de septiembre de 1969, cuando Pedro Restrepo y Luz Helena Arismendy unieron sus vidas. Los dos procedían de familias antioqueñas tradicionales. En la de él predominaban los políticos y en la de ella, los curas, las monjas, los comerciantes.
Pedro, ingeniero mecánico, trabajaba en Tejicóndor de Antioquia, Colombia, cuando su hermano Rodolfo le comentó que tenía una oferta para el cargo de jefe de Servicios Industriales de la fábrica textil La Internacional, de Quito, Ecuador. Porque su esposa rechazó la idea de vivir en esta ciudad, le preguntó a su hermano si le interesaría ese trabajo para recomendarle. Pedro llegó a Quito en octubre de 1969. Vio que la perspectiva profesional era buena y le telefoneó a su esposa Luz Helena para preguntarle si le gustaría vivir en Quito.
-Yo estaré contigo donde tu estés –respondió, así fue como la pareja colombiana se instaló en esta ciudad.
El jueves 7 de enero 1988, Pedro Restrepo y su esposa Luz Helena Arismendy se preparaban para salir a la playa. Iban a encontrarse con unos familiares que habían llegado de Cali, Colombia.
En la noche, sus hijos Santiago y Andrés salieron a una fiesta de despedida a su amigo ‘Pollo’ Francisco Pazmiño que viajaría al siguiente día a los Estados Unidos. Retornaron a casa a las 24h00.
El viernes 8 de enero de 1988, todos se levantaron temprano. Pedro Restrepo se despidió de Santiago.
-¡Tome! Aquí están las llaves y la matrícula del carro.
El matrimonio Restrepo Arismendy se embarcó en otro vehículo y se fue. “Los niños eran muy responsables, no daban qué decir, por eso los dejamos solos, con la empleada Dora Lara”.
Santiago, asumiendo su función de jefe encargado del hogar, subió al jeep Trooper, color habano, placas PHD355 y llevó a su hermana María Fernanda al Colegio. Retornó a casa y con Andrés se alistaron para salir de nuevo.
Santiago, de 17 años, en su muñeca llevaba un reloj Swatch. Para gasolina y cambio de aceite, guardó 3.500 sucres (14 dólares) en su bolsillo. Recogió su mochila impermeable azul oscura que contenía sus libros y cuadernos y su mandil blanco. Su intención era ir del aeropuerto a la Facultad de Medicina de la Universidad Central. Estaba en primer año y sus clases empezaban a las 11h00.
Andrés de 14 año, estudiante de tercer curso, tuvo libre ese día porque sus profesores del Colegio Ecuatoriano Suizo asistían a una reunión académica. Para acompañarle a su hermano se vistió y en su bolsillo guardó su billetera negra con 40 dólares que le regaló su padre para que se comprara un reloj Swatch, igual al de su hermano.
Así salieron de su casa en el residencial y periférico barrio Miravalle, a 5 minutos al oriente de Quito. Su intención era llegar al barrio Batán Bajo, a la casa del ‘Pollo’ Pazmiño, a quien ofrecieron acompañarle al aeropuerto.
Santiago conducía el vehículo. A los cinco minutos, en el punto conocido como Partidero a Tumbaco, entrada a Quito, observó un patrullero y policías. Había en ese lugar entre 8 y 10 agentes uniformados revisando credenciales de manejo de los conductores. Lo confirmó una vecina de los Restrepo que a esa hora regresaba de Quito de dejar a su hija en el colegio. Esto pudo ser parte del operativo de búsqueda del narcotraficante colombiano Jorge Luis Ochoa.
Santiago Restrepo no tenía licencia de conducir. Al parecer, vio a los policías, se asustó, aceleró y huyó hacia El Batán Alto. Lo supo la familia por un testigo anónimo que llamó por teléfono a contar la persecución de un vehículo con vidrios ahumados a un Tooper que llevaba a dos jóvenes.
-El jeep casi me atropella –se quejó.
Los jóvenes no llegaron a dormir, la empleada buscó a los vecinos muy amigos de la familia que iniciaron la búsqueda incluso en el SIC (Servicio de Investigación Criminal). Horas después llegaron Pedro y Luz Helena que fueron recibidos con la noticia de que sus hijos Santiago y Andrés habían desaparecido con el Trooper.
Ese viernes 8 de enero de 1988 (gobierno de León Febres Cordero) comenzó el martirio de los Retrepo Arismendy desfilando por instituciones y hablando con autoridades que los mantenían engañados. Por presión de la prensa, el Trooper se encontró en una quebrada, sin el motor, y un general de policía expuso la teoría de un supuesto accidente de tránsito y que los cuerpos no aparecían porque posiblemente fueron “devorados por la fauna marina”.
Esta ‘tomadura de pelo’ irritó más a los padres y a la gente que seguía de cerca el caso. Por presión pública, el gobierno de Rodrigo Borja accedió a que actuara una comisión internacional que dio con un testigo clave, un policía que participó en cargar dos bultos para ir a lanzarlos en la laguna de Yambo, a unas dos horas de Quito. Marinos buscaron y no encontraron los bultos que se supuso eran los cuerpos de los hermanos Restrepo.
La conclusión fue que hubo un ‘crimen de Estado’ encubierto por altos personajes del gobierno de Febres Cordero, incluidos un comandante de la policía. Él y algunos subalternos fueron juzgados.
A partir de entonces, la lucha de los Restrepo que seguían con su plantón de los miércoles frente al Palacio de Gobierno, fue para insistir en una búsqueda exhaustiva, con alta tecnología, en la laguna de Yambo y que todos los responsables, incluyendo un ministro de gobierno involucrado, fueran a la cárcel.
SE FUE LA MADRE. Esa lucha fue interrumpida por el fallecimiento de Luz Helena Arismendy, la madre, en un accidente de tránsito, vía a la Costa, el 3 de julio de 1994. Este 24 de diciembre 2024 se fue Pedro Restrepo, el padre, justo faltando cinco meses para los 30 años del fallecimiento de su esposa y faltando 15 días para que se cumplieran los 36 años de la desaparición de sus hijos.
EL PADRE SE FUE A LOS 81 AÑOS. Pedro Restrepo, nació el 5 de mayo de 1943, en Andes, Antioquia, Colombia. Fue pariente lejano de Carlos E. Restrepo, presidente de Colombia (1910-1914).
Tras la desaparición de sus hijos Santiago y Andrés, el 8 de enero 1988, asumió su función de jefe de familia al pie de la letra.
Los dos primeros meses canceló toda actividad laboral y se dedicó a la búsqueda de algún rastro de sus hijos. Después lo hizo atendiendo esporádicamente sus compromisos laborables. Desde noviembre 1988 dedicó todo su tiempo a la denuncia y a la búsqueda.
Golpeó la puerta de las casas de todos sus amigos, visitó todas las instituciones, habló con todas las autoridades, recorrió al volante de su carro miles y miles de kilómetros. Se prestó de conejillo de indias a todos los brujos.
Hombre paciente, cordial, con un elevado nivel cultural por la lectura que ha sido su relax permanente, interiormente se resquebrajaba, a tal punto que se le reventó cuatro veces la úlcera, pero le pedía calma a su esposa derrumbada física y síquicamente.
Cuando iniciaron la denuncia pública, Pedro fue la voz serena, pero firme. Nunca faltó a los plantones en la Plaza Grande de Quito, frente al Palacio de Gobierno, exigiendo encuentren a sus hijos, vivos o muertos, tampoco faltó a los ayunos, a las protestas. Era habitual ver esa figura alta, fuerte, con su sombrero de paja y la foto de sus hijos en el pecho, saludando con los transeúntes, aconsejándoles a quienes le pedían orientación para reclamar desatención, injusticias.
Cuando murió Luz Helena se sintió al borde precipicio. Todos pensaron que caería, pero Martha Cecilia Arismendy, que se convertiría en su segunda esposa, y María Fernanda, ‘la niña’, única hija que le quedaba, le rescataron de las garras del alcoholismo que sus enemigos –los policías básicamente- usaron como arma para poner en duda su reclamo, el reclamo de los cuerpos de sus hijos.
Resumen del libro: Caso Restrepo, Crimen de Estado, de Mariana Neira. 25/12/2024