Por Mariana Neira
Se equivocan quienes creen
que Nicolás Maduro y su círculo socialista son los responsables de la violencia
en América Latina. Es sobredimensionarlos. Y se equivocan los activistas de las
organizaciones sociales que suponen que con solo salir a las calles pueden cambiar
presidente. Solo el visto bueno de los militares lo permite. Ejemplos:
Venezuela y Bolivia.
Para comprender mejor la
violencia escalonada que vive América Latina, tenemos que empezar por ubicar a
quienes la originan.
Aunque muchos discrepen, estamos
frente a una disputa entre las tres potencias mundiales: Estados Unidos, Rusia
y China, por la posesión de la mayor cantidad de territorios, recursos
naturales, minerales, comunicaciones y toda clase de tecnologías, mercados. Quieren
hacer negocios por todas las vías para acumular dinero porque, muy bien saben, el
dinero da poder y el poder permite el control e influencia sobre todos los
países del mundo. Rusia y China ya lo tienen sobre sus vecinos de Medio
Oriente, así como en África. Ahora quieren América Latina que tiene por vecino
–bueno o malo- a Estados Unidos, el líder del capitalismo.
Estamos viendo el retorno
de los ‘cabezones’ y ‘chinos’ (Rusia y China) que antes de la caída del muro de
Berlín se peleaban a muerte con los ‘yanquis’ (Estados Unidos), y entre ellos
mismos. En nuestros tiempos de universidad, los cabezones y los rusos se
odiaban, ahora son grandes amigos. En sus filas estaban intelectuales,
profesores, estudiantes (algunos, agentes pagados por esos gobiernos, decían)
que trataban de reclutarnos por las buenas o por las malas. Ahora esta ‘guerra’
se ha traslado a los países donde los reclutados son los líderes y los
militares que dan el visto bueno o rechazan el cambio ideológico.
‘HOJA DE RUTA’ DE LOS
‘SOCIALISTAS’
Con ese plan de expansión
mundial, Rusia y China trazaron su hoja de ruta usando el don seductor del
mandatario cubano Fidel Castro que inició su cruzada ideológica con su servicio
de ‘inteligencia’, entidad poderosa en Cuba que preparó los perfiles de quienes
convenían como presidentes para que aplicaran la teoría del Socialismo Siglo
XXI que más o menos propone: ¡Fuera yanquis explotadores!, ¡fuera capitalismo
salvaje¡ ¡Bienvenidos rusos y chinos!, ¡bienvenido el socialismo! Convenían
para presidentes los intelectualmente limitados, medio locos o locos y medio, ególatras,
corruptos. Ellos eran fáciles de manejarlos, comprables, chantajeables.
Después Castro hizo sus acercamientos
(lobby). El primer reclutado (prensa
y libros dicen que incluso por medio de brujerías) fue Hugo Chávez, presidente
de Venezuela. Tras su muerte le sucedió Nicolás Maduro y, rusos y chinos les
‘amarraron’ a los dos con voluminosos
créditos, inversiones en petróleo, ventas de armas sofisticadas (incluso
planearon instalar una planta de ametralladoras Kalashnikov). Notas de prensa
mencionan que a octubre 2019, la deuda de Venezuela con Rusia estaba en 3 mil
millones de dólares y con China en 20 mil millones.
Con este método de
seducción impusieron presidentes del Socialismo Siglo XXI en Argentina,
Bolivia, Brasil, Ecuador, Nicaragua, Uruguay.
PERO LOS MILITARES MANDAN
Por su experiencia en
Cuba, Castro vio como requisito indispensable para el éxito de la ‘revolución
socialista’, una fuerza armada con ideología socialista. Ese era el mayor
desafío porque las fuerzas armadas americanas se sentían cómodas con los
estudios y entrenamientos que recibían del ‘imperio yanqui’ (Estados Unidos).
Hugo Chávez, primero,
Maduro, después, se predispusieron a lograr el cambio de ideología en sus
fuerzas armadas militar y policial, y lo hicieron, se dice, usando como cebo
para los oficiales dinero, cargos más el encubrimiento de su corrupción y
participación en el narcotráfico. Simultáneamente organizaron a la población en
milicias a las que dotaron de motos y armas, y aterrorizan a la población
porque espían y denuncian a los contrarios al régimen, asaltan, roban y matan
como delincuentes comunes. A estas fuerzas constituidas legalmente se sumó el
apoyo de paramilitares, guerrilleros y narcotraficantes a cambio de que les dejaran
vivir y operar en territorio venezolano, sin ser molestados.
Todos ellos, dicen, están
defendiendo la ideología socialista, pero por notas de prensa y voces incluso
de izquierdistas, vemos que están involucrados en juicios internacionales por
narcotráfico, lavado de dinero y crímenes, y llevan una vida de lujo en Europa,
Estados Unidos, en su mismo país. Se han convertido en mafias a las que poco
les importa el hambre y la emigración del pueblo al que tanto mencionan, solo
los negocios lícitos e ilícitos que les da dinero y poder. Maduro está en su
grupo, por eso le sostienen en la presidencia a rajatabla pese a la denuncia de
que en su última elección (mayo 2018) triunfó con fraude electoral. A los
militares que le sostienen no les importa eso ni los ruegos del presidente nombrado
por la oposición, Juan Guaidó quien, con decenas de países que lo respaldan,
pide a los militares escuchar la voz del pueblo y acabar con la dictadura de
Maduro. Ellos no actúan y demuestran que quien tiene las armas, tiene el mando.
Por este éxito de la
conversión de los militares capitalistas de Venezuela a ‘socialistas’, Castro,
Chávez y Maduro creyeron sucedería igual en los demás países alineados con el
Socialismo del Siglo XXI, pero no fue así. Un ejemplo es Bolivia.
En este país, su
presidente Evo Morales se burló del referéndum de febrero 2016 en el cual los
bolivianos votaron en contra de la reelección presidencial indefinida. Ya no
querían a Morales pese a ser el único socialista del siglo XXI que manejó
exitosamente la economía de su país. Morales no se dio por vencido y tras una
manipulación legal se candidatizó a la reelección. Dijo que ganó en la primera
vuelta, pero una comisión de la OEA descubrió un supuesto fraude electoral y
las masas de civiles opositores salieron a las calles para pedir la renuncia del
presidente. Hubo muchísimos menos muertos que en las marchas en Venezuela, pero
la violencia crecía y los militares le pidieron a Morales ‘diera un paso al
costado’. Ahora está exiliado en México con la amargura de no haber podido convertir
a los militares de su país en ‘socioslistos’
(mafias), pese a que les mimó con cargos en el gobierno, impulsó las empresas
militares. Es otra prueba de que quien tiene las armas, tiene el mando.
¿CÓMO ESTÁN LOS MILITARES
EN ECUADOR?
Por lo sucedido en
octubre pasado 2019 (levantamiento indígena acolitado por correístas), creemos que
en Ecuador el ex presidente ‘socialista’ Rafael Correa, no pudo convertir en ‘socioslistos’ a los militares, peor a
los policías con quienes se enfrentó desde el 30 de septiembre 2010 acusándoles
de intento de golpe de Estado.
Pero para que su jefe no
se quedara con las ganas de tener su ‘ejército’, sus subalternos se dedicaron a
reclutar y organizar a civiles (mestizos e indígenas) a quienes les prepararon
clandestinamente en artes militares, paradójicamente, con instructores
militares activos. Estos grupos –correístas dicen las autoridades- hicieron su
debut en las calles, en octubre pasado, demostrando que están listos para una
guerra urbana con peleas cuerpo a cuerpo, piedras, palos, fierros, escudos metálicos, lanzacohetes
y bombas caseros. Así atacaron a las personas que no se unían a su ‘lucha’, a sus
vehículos, negocios, casas; quemaron edificios públicos y privados,
secuestraron a periodistas, policías y militares, intentaron atacar a cinco
recintos militares.
Lo sucedido indica que hay
un embrión de ‘milicia’ al que debe vigilarse porque puede ser cortejado por
los traficantes de armas y comprar armas industriales por su cuenta o que sus
jefes les compren. Y, si como dijo el presidente Lenin Morreno, ciudadanos
comunes están consultando la posibilidad de armarse para defender sus casas,
sus barrios, sus negocios de los vándalos que se mezclan en las
manifestaciones, estaríamos frente al riesgo de grandes enfrentamientos
armados. Entonces, el ‘país de paz’ del que tanto nos vanagloriamos los
ecuatorianos se acabaría.