Ha muerto monseñor Alberto Luna
Tobar. Bastaron pocos encuentros para que quien escribe esta nota terminara
admirando su labor y su valor. Se enfrentó al gobierno de León Febres Cordero
que no veía bien su trabajo pastoral al servicio de los campesinos y terminó insinuando
que protegía a los guerrilleros de Alfaro Vive Carajo.
Presento a mis lectores esta
entrevista que le hice para la revista Vistazo y fue publicada el 6 de octubre
de 1988, a pocos meses del fallecimiento de monseñor Leonidas Proaño, el Obispo
de los Indios (31 de agosto 1988). Los dos pusieron en práctica la Teología de
la Liberación, en Ecuador. La muerte de monseñor Alberto Luna cierra un
capítulo dentro de esta tendencia enfrentada por los poderosos que ven mal a la
‘iglesia de los pobres’. El trabajo de los obispos Proaño y Luna dio sus frutos
en el año 1990 cuando se dio el gran levantamiento indígena que visibilizó a
los indígenas con sus problemas.
En esta entrevista va a ver a un
monseñor Alberto Luna sensible, de pensamiento profundo, preocupado por darle
al ser humano herramientas para que saliera de su pobreza y no se dejara utilizar
por los políticos. Va a ver a un obispo apasionado por la defensa de los
derechos humanos, tanto que no dudó en enfrentarse cuerpo a cuerpo con los
pesquisas que le perseguían para amedrentarlo. Es la lección que deja monseñor Alberto
Luna: a los tiranos que pisotean los derechos humanos hay que enfrentarlos, no
aliarse con ellos por un salario o favores.
Entrevista publicada en la Revista Vistazo, el 6 de octubre de 1988.
MONSEÑOR LUNA TOBAR
TRAS LA HUELLA DE LEONIDAS PROAÑO
Muchos consideran a monseñor
Alberto Luna Tobar, el sucesor del Obispo de los Indios, monseñor Leonidas Proaño.
Me
duele mucho que me pongan en el nivel de él. Él fue un hombre excepcional, un
profeta. Yo soy un infante, en términos militares. No hay punto de comparación.
Tras la modestia está la afinidad en el pensamiento y el trabajo, porque siempre
le tuve por maestro, seguía sus huellas, sus palabras, sus criterios. Estoy en
la línea pastoral de él.
En Cuenca, el hombre que de niño
quiso ser manejor (chofer), que de joven se deleitaba con novelas, y hasta hace
poco se enfrentaba a las astas de los toros, provocó un cisma. Llegó en 1981, a un territorio eminentemente
conservador, con la decisión de ser obispo de los pobres. A mil poderosos me he acercado a
ayudarles en muchas necesidades. Al poderoso tengo que ayudarle a que reconozca
el poder que tiene y la finalidad de su poder, y al necesitado tengo que
hacerle ver su problema y las soluciones que hemos de buscar juntos. Yo no
excluyo a nadie de mi acción. Muchos por desgracia se excluyen de mi presencia
y me duele que los que durante 30 años me conocieron defendiendo la misma
doctrina entre poderosos, hoy me acusen por defenderla entre pobres.
A diferencia de Proaño, Luna
procede de una familia acomodada. Mis padres tenían una situación económica y
social buena, pero tampoco eran millonarios. Además, tuvo oportunidad
de educarse en Europa, ser párroco de la iglesia Santa Teresita, ubicada en un
barrio de élite de la capital, y obispo auxiliar de su Quito natal.
Por esos antecedentes, antes de
su designación como obispo de Cuenca, se lo identificaba como conservador. A mi
se me puede considerar conservador porque en unas líneas de mi formación y
personalidad, he sido fiel a mis tradiciones. Hoy me ha puesto Dios a trabajar
entre la gente muy necesitada.
Cuando llegó al Azuay, encontró
32 kilómetros de carreteras asfaltadas. De los 500 mil habitantes azuayos, 62
mil son indígenas y 240 mil mestizos, que viven en el campo. Ellos combinan la
agricultura con la artesanía. Como la tierra está muy repartida, la solución es
la cooperativa, pero la tierra está erosionada. Se necesita agua y mucha inversión. ¿Quién
puede ayudarnos? Tampoco podemos vivir de la limosna permanentemente. Por eso
pretendemos la autogestión en todos los sentidos. Queremos en lo agrícola
recuperar los sistemas antiguos de siembra y de producción. Formar una
verdadera cooperativa provincial o arquidiocesana que le dé al campesino lo
suficiente para vivir y, sobre todo, la seguridad de que su supervivencia no va
a está al azar. Se están haciendo ensayos preciosos. Esa organización le da satisfacción y
dolores de cabeza que no lo amilanan. El evangelio les prepara (a los campesinos) para
el trabajo político, les exige acción política, pero la formación de la iglesia
es aprovechada por los partidos que muchas veces no están de acuerdo con la
mentalidad evangélica. Sin embargo, ese miedo no reduce mis entregas y
compromisos con esta gente. ¡No! Lo
único que resulta de este problema es que tengo que trabajar muchísimo más en
la formación de conciencias, en educarlas para la libertad.
Para algunos, está formando un
polvorín, le transmitimos. Responde: El mismo criterio tienen los que dicen que
al mantener a la gente en la ignorancia total, no se logra solo la ignorancia,
sino la rebelión. Yo creo que si va a venir la rebelión, venga por la luz y no
por la oscuridad. Si esta gente a la que hemos educado en la fe, se rebela, es
porque la rebelión es necesaria. Entonces, una rebelión necesaria, no busca
justificativos de responsabilidad; asume toda la responsabilidad. Mantener a la
gente en la ignorancia porque de esta forma se la puede dominar hasta que
reviente, no es humano.
Admite que su trabajo está dentro
de la Teología de la Liberación, tan antigua como la revelación. Isaías dice:
Llegó la hora del desquite de Dios. Poco utilizan esta expresión los grandes
profetas, pero a humildes como a monseñor Proaño, le he oído muchas veces
hablar sobre este punto, dándole a la palabra desquite ternura, bondad. El
desquite es que el que no tuvo luz, la tenga; el que no sintió amor, lo sienta;
el que no fue respetado, sea respetado. Esa es la gran liberación.
Con profundo brillo en sus ojos
claros relata los valores de los campesinos, uno de ellos, la intuición. Pueden
decir que estamos chiflados, pero ¿qué importa? No les dicen chiflados,
sino comunistas, le observamos y se resigna: Bueno, que nos digan.
Gran lector del marxismo (porque
si no lo lee, cree que estaría manco de conocimientos), monseñor Luna no cree
que están gestando la revolución. La iglesia está al margen de la revolución,
pero sí en la línea del cambio, de la conversión. Somos partidarios de la no
violencia activa. El hombre tiene que violentar su conciencia para ser justo,
honesto, generoso.
Sus inquietudes sociales no son
recientes. Comenzaron con su padre que como presidente de una organización de
beneficencia, visitaba a los pobres. Se acentuó su tendencia en España, cuando
a consecuencia de la guerra, vivió hambre en carne propia. Luego, por sus
estudios, estuvo cerca de los mineros de Oviedo (en el mismo país). En Ecuador,
el comienzo fue fácil hasta cuando llegó a Cuenca y con su voz fuerte protestó
por lo que le pareció injusto. Entonces los pesquisas lo perseguían a todas
partes. Trataron de involucrarlo a él y otros obispos con Alfaro Vive. Se
enfrentó a supuestos agentes como el israelita que después resultó ser chileno.
El fulano desapareció del mapa y apareció otro en su misma oficina. Lo
agarré del cuello para que me dijera qué buscaba y como la corbata había sido
postiza, se me quedó en la mano. (Ríe con el recuerdo). Luego me la quitó, se
cayó y desde el suelo intentó dispararme.
¿Por qué se ganó el odio del ex Presidente
Febres Cordero?, le preguntamos. Nunca supe por qué razón. ¿Y cómo fueron sus relaciones con los
dictadores militares? Nunca fui partidario de ninguna dictadura,
pero Alfredo Poveda y Guillermo Durán, fueron muy atentos conmigo. ¿Y con Jaime Roldós? Yo no
fui partidario del doctor Roldós, sino de Sixto Durán. Es mi compañero de toda
la vida, mi amigo muy querido, pese a lo que muchas personas han dicho para distanciarnos.
Cuando subió al poder, el doctor Roldós fue muy atento conmigo. A mí me dolió
mucho su muerte. Llegué a estimarlo y a valorarlo. ¿Y Osvaldo Hurtado? Yo fui su profesor en la Universidad
Católica. Como ex alumno, como amigo, le estimo muchísimo.
Los peligros vividos en la época
socialcristiana, no los tuvo ni frente a los toros. En 1973 dejó de ir al coso
de Iñaquito, pero hasta no hace mucho lidiaba. Para completar su afición, le
entró a las soleares de Andalucía que todavía canta. La guitarra no toca pero
sí el órgano. Soy suplente de todos los organistas que se embriagan. Su
cultura literaria es amplia y en cada género encuentra un valor. Igual conoce
de pintura y no está de acuerdo con la CIA del mural del Congreso. Es
darle mucha importancia.
Otra de sus favoritas es la
equitación. Ahora la practica pero no en caballos de paso, sino en otros
modestos o mulas que usa para su misión religiosa que comenzó a los trece años,
cuando en un recorrido de boy scouts, llegó hasta donde Los Carmelitas de
Sucumbíos (Oriente ecuatoriano). Entonces cambió su sueño de ser chofer, por el
de cura, ahora obispo controvertido.
Por Mariana Neira
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