martes, 31 de julio de 2012

EL NEGOCIO DEL MATRIMONIO

Por MJ. Dreamms 

A los tiempos me encuentro con Graciela. Tiene un hijo único que, como hacen muchos jóvenes ahora, se casó a escondidas con la noviecita que desde el momento que le conoció, resolvió no despegarse de él. Le acompañaba a todo trámite desde las 8 de la mañana hasta altas horas de la noche. Es amor, supuse, porque así de amelcochados nos ponemos cuando estamos enamorados.
Volví a hablar con Graciela y me dijo:
   -¿Sabes por qué ha sido el apuro del casamiento de mi hijo?
   -La chica está embarazada –le dije.
   -Sí.
Hábil como es para los trabajos manuales, Graciela se dedicó a tejer escarpines, baberitos. A los tres meses, más o menos, me reencontré con mi amiga.
   -¿Sigues tejiendo escarpines?
   -¿Sabes que la chica no estuvo embarazada?
   -¡No me digas! O sea que le metió cuento a tu hijo para ‘cazarle’. ¡Qué astuta!
En ese momento recordé a una profesora que tenía siete hijos y decía habría preferido niñas “porque ahora a los varones hay que cuidarles más que a las hembritas para que no caigan en las redes de mujeres oportunistas”. Escuchando la historia de Graciela, pienso que mi profesora tuvo razón.
   -Algo intuí al principio de la relación porque la chica se pegó a mi hijo como pulga. Era exagerada. Pasaba el día con él, pero en la noche ya le llamaba. Me aguanté y no le dije nada a mi hijo porque no quería meterme en sus relaciones amorosas.
Chica interesada, con visión futurista, pensé. El hijo de mi amiga es abogado, cuando se casó daba ‘pininos’ en su profesión, luchaba para conseguir un cliente, ahora tiene un puestazo y un sueldazo.
A los tiempos volví a encontrarle a mi amiga y pese al engaño del embarazo de su nuera, la vi contenta.
   -¿Cómo está tu hijo?
   -Bien.
   -¿Y la nuera?
   -No sé qué pasó con lo del embarazo, ni quiero que me cuenten, pero la chica parece buena. Ahora que mi hijo está ganando bien, le voy a convencer para que compre un departamento y no ande arrendando.
Graciela ya tenía un plan de financiamiento. Ella pagaría ‘la entrada’ vendiendo unas colecciones valiosas que posee y su hijo pagaría el crédito.
   -Deja que tu hijo pague todo, vos cómete tu plata, pasea –le dije.
   -No, es mi hijo único y voy a ayudarle.
Ayer tuve un encuentro con Graciela. Estaba triste. Le pregunté si ya había comprado el departamento para su hijo. Casi se le van las lágrimas. Hace una semana, su hijo –karateca, por cierto- apareció con el rostro golpeado. Al siguiente día, durante el desayuno, no explicó la causa de los golpes, pero le dijo a su madre que se iba a divorciar. Graciela casi se cae de espaldas como Condorito. Días después la nuera se presenta ante mi amiga para decirle:
Que había descubierto a su hijo caminando abrazado con una pasante. “Mi hijo dijo que la abrazó porque así son los jóvenes, la estaba consolando por un problema que tenía”.
Que quiere que su hijo la siga manteniendo. Ese mismo rato le sacó a Graciela 2.000 dólares para un tratamiento médico.
En otra visita su nuera –aún- le dijo que ella tenía derecho sobre la mitad de los bienes de Graciela.
Que como parte de esos derechos, quería que Graciela le diera 50 mil dólares.
   -Y acabo de enterarme –dice Graciela- que su familia ha sido de mecánicos y andan buscándole a mi hijo, seguramente con la intención de golpearle.
Graciela tuvo que buscar abogado para defenderse de esta chica “cara de mosquimuerta, que parecía que no quebraba un plato”, que sacó las uñas y puso a reflexionar sobre el ‘negocio del matrimonio’.

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